Palabras de Dios
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Krishna, Dios, la Persona Suprema dice:

Al igual que una masa de nubes, que no conoce la fuerza del viento, el ser absorbido por la conciencia material no es consciente del terrible poder del tiempo que lo arrastra. Todo lo que el materialista produce a costa de mucho tormento y esfuerzo por la llamada felicidad, el Señor Supremo, en forma de tiempo, lo destruye; y por eso el alma condicionada se aflige.

El materialista descarriado no es consciente de que su cuerpo es temporal, y que la atracción por el hogar, la tierra y la riqueza, ligada al cuerpo, también es efímera. Sólo la ignorancia le hace creer que todo es duradero. Cualquiera que sea la especie en la que nace, el ser separado (separado de Dios) encuentra una forma especial de satisfacción en ella, de modo que nunca está insatisfecho con su condición.

El ser condicionado está contento con su suerte, sea cual sea la especie a la que pertenece. Engañado por la influencia de la energía ilusoria que cubre su visión, apenas se siente inclinado a abandonar su cuerpo, aunque viva en el infierno, pues se entrega a los placeres más viles.

Que el ser esté tan satisfecho con su condición proviene de un arraigado apego a su cuerpo, su mujer, su casa, sus hijos, sus animales, su riqueza y sus amigos. Así rodeada, el alma condicionada tiene una opinión muy elevada de sí misma. Aunque se consuma cada momento con la ansiedad, un tonto así no deja de entregarse a todo tipo de actos malvados con el único propósito de mantener lo que cree que es su familia y la sociedad, alimentando una esperanza que nunca se hará realidad. Entrega su corazón y sus sentidos a una mujer que ejerce sobre él el engañoso hechizo de maya (ilusión). Disfruta de los abrazos secretos con ella, intercambia palabras con ella y queda encantado con el dulce parloteo de sus hijos pequeños.

Apegado a su hogar, el hombre casado lleva una vida familiar de intriga y diplomacia. Invariablemente esparciendo la desgracia a su alrededor, y sujeto a sus deseos de disfrute material, busca, con sus acciones, sólo remediar los sufrimientos que resultan de su forma de vida; y si lo logra, se cree feliz. Recoge dinero cometiendo actos de violencia aquí y allá, y este dinero lo utiliza al servicio de los suyos, comiendo sólo una pequeña porción de los alimentos así adquiridos; y va al infierno por aquellos a quienes ha mantenido por estos medios irregulares.

Cuando sufre algún contratiempo en el curso de sus ocupaciones, se esfuerza una y otra vez por mejorar su situación, y cuando ve que todos sus esfuerzos se ven frustrados y le sobreviene la ruina, entonces acepta dinero de otros, dominado por una codicia excesiva.

El desgraciado, que ya no puede mantener a su familia, pierde toda la belleza. Ahora sólo piensa en su fracaso y se aflige profundamente.

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