Palabras de sabiduria, la sabiduria de Dios
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Logos 246

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Todos los miembros de una comunidad, de la sociedad humana, así como en el reino animal, cada vaca, perro, cabra, león, hormiga, etc., tiene un papel que desempeñar. Cada uno tiene que trabajar en armonía con los demás, en beneficio de toda la humanidad, que incluye no sólo a los seres en movimiento, sino también a los seres quietos, las plantas, las montañas, las colinas, la tierra.

El hombre, que está en la cúspide de los seres vivos de la tierra, ha recibido la orden de Dios de velar por el bienestar de sus congéneres, de los animales, de las plantas, pero también de las montañas, de las colinas y de toda la tierra. Todos los seres vivos, humanos, animales y plantas, interactúan y desempeñan una función útil para los demás. Las palabras de Dios nos enseñan que todos los animales, aunque no sean muy importantes, no deben ser descuidados sino protegidos, porque ellos también están siguiendo el camino de la evolución espiritual. Cada ser tiene su importancia, pero algunos son los principales responsables del progreso de la sociedad humana, otros más indirectamente. Cuando la conciencia de Dios reina, cada uno encuentra lo que será el mayor beneficio para él.

Por eso Dios nos manda no hacer daño a nadie, a los seres humanos, a los animales (rastreros, voladores, terrestres, acuáticos, etc.), a todas las plantas y a toda la tierra.


Logos 247

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El Supremo Eterno dice: «El amor absoluto que se tiene por Mi Persona no depende de ningún vínculo corporal. Quien siempre absorbe su mente en Mí, pronto vendrá a Mí, en Mi eterna compañía».

El Supremo Eterno puede actuar como le plazca, pero el ser santo siempre debe estar de acuerdo con los deseos de Dios, en unidad con Él. Aquel que une sus propios intereses con los de Dios y actúa como el Señor desea, conoce su verdadero interés, pues aquellos seres que se comprometen con el sublime servicio amoroso del Señor, sin ningún motivo personal y sin reservas, se encuentran indudablemente en una condición favorable.

Dios mismo confirma que para el alma encarnada y condicionada, la más alta perfección reside en la entrega a Su Persona Divina. Todos los demás deberes y responsabilidades deben ser rechazados. Esta entrega total a Dios, la Persona Suprema, es el camino más feliz para el alma condicionada, pues el Señor Soberano es el objeto supremo del amor. Es hacia Dios que todos los seres dirigen en última instancia su amor, pero cada uno lo realiza sólo en proporción a su conocimiento. Si llegamos a comprender que nuestra verdadera identidad es la de un alma espiritual, y que esta alma espiritual no es más que un fragmento del Señor Supremo, entonces comprenderemos que el Señor Supremo es el objetivo último de nuestro amor. Por eso debemos rendirnos a Él. Nuestra existencia, nuestras posesiones, nuestro hogar, nuestra esposa, nuestro marido, nuestros hijos, nuestra casa, nuestro país, nuestra sociedad, todo lo que nos es querido, emana del Señor Supremo. Así que amémosle.

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