Palabras de sabiduria, la sabiduria de Dios
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Abortar es impedir que un alma progrese y busque a Dios.

En verdad, desde la primera fase, la de la unión del espermatozoide y el óvulo, el alma está ahí en el huevo que engendran, pues es el alma la que da vida al huevo así constituido. Es gracias al alma que el óvulo se desarrollará en un embrión, gracias al alma que el embrión se desarrollará en un feto, y gracias al alma que el feto se desarrollará en un cuerpo de bebé completo. Es gracias al alma que el cuerpo del bebé se desarrollará en el de un niño, luego gracias al alma de nuevo en el del adolescente y finalmente en el del adulto.

El alma espiritual es, en verdad, la vida, el principio activo, la fuerza vital que da vida al cuerpo en el que penetra y permite a éste moverse. Si se retira el alma del óvulo, del embrión o del feto, éste no podrá desarrollarse nunca. Lo mismo ocurre con todo el cuerpo del bebé, el niño, el adolescente y el adulto. Es el alma la que da vida al cuerpo y permite que éste se desarrolle. Si se retira el alma de cualquier cuerpo material en el que resida, el cuerpo quedará inerte, muerto.

El aborto es el asesinato del óvulo, del embrión o del feto, pero en todos los casos se trata de la interrupción brutal de una existencia individual, la de un alma espiritual inocente que, como nosotros, ha venido a encarnarse para aprender el verdadero conocimiento espiritual, para alcanzar la realización espiritual, para buscar a Dios y para poder ir finalmente hacia Él. Negarle este derecho elemental y fundamental es criminal.

Es hora de que los seres humanos entren en razón y conozcan todos los riesgos que conlleva la imposición del aborto a quienes lo practican, a quienes lo solicitan o lo desean y a quienes obligan a las mujeres a abortar.

El Señor dice: «Estos renacen vida tras vida en medio de la especie demoníaca, sin poder acercarse a Mí. Poco a poco se hunden en la condición más siniestra de la existencia.»

El aborto es un crimen abominable, pues interrumpe la existencia de un alma espiritual que simplemente quiere progresar en el plano de la verdadera espiritualidad, causándole a ésta un terrible sufrimiento.

El hombre y la mujer implicados en este pecado se hacen responsables de él, por lo que tendrán que sufrir el mismo destino en su próxima existencia. Ellos también tendrán que entrar en el vientre de una madre y ser asesinados de la misma manera. Si, por desgracia para ellos, lo han hecho varias veces, tendrán que pasar del vientre de una madre al de otra en proporción al número de abortos cometidos, sin poder ver la luz del día y sufrir cada vez.

Cada uno de nosotros dice «este es mi cuerpo», pero la verdad es muy diferente. Nuestro cuerpo material nos ha sido concedido por el dueño supremo, Dios.

El ser espiritual encarnado también conoce el cuerpo en el que reside, pero no es el único propietario del mismo; el verdadero y legítimo propietario del cuerpo material no es otro que el Señor Supremo. Dios concede a todas las entidades espirituales que se encarnan en este mundo un cuerpo particular de acuerdo con sus deseos y mentalidad pasados, para que puedan disfrutar de la vida aquí abajo, pero el único dueño verdadero de este cuerpo es Dios, la Persona Suprema. Él es la fuente original de todo lo que existe, la semilla de la que brota toda la existencia.

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