La ciencia de Dios, o ciencia de la salvación
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Aquellos a quienes les gusta jugar con el agua, río, lago, mar abierto, o como los surfistas con las olas en la playa, serán escuchados, obtendrán un cuerpo acuático en su próxima existencia.

Cuando los gobernantes son autoritarios, esclavizan a su propio pueblo hasta el punto de no permitirle el acceso al verdadero conocimiento espiritual y gobiernan su país ignorando que deben hacerlo bajo la autoridad de Dios, irán a un planeta infernal, situado en el infierno.

Del mismo modo, cuando los gobernantes oprimen a una comunidad, esclavizan a un pueblo, ocupan una región obligando a sus habitantes a vivir en la miseria, con casi nada y bajo grandes sufrimientos, serán condenados por la justicia divina a renacer en medio de esta comunidad, de este pueblo, para conocer a su vez los sufrimientos que les infligieron.

Es muy frecuente que los políticos, al desarrollar una filosofía racista, odiosa, degradante hacia una comunidad que no es la suya, sean condenados por su karma, la ley de acción-reacción o la ley de causa y efecto, a renacer en su propio país, pero en una familia pobre, en el seno de la comunidad que odiaban, para experimentar los sufrimientos ligados al racismo que ellos mismos propagaron en su última vida.

Por lo general, las personas no son conscientes de que los pensamientos, las palabras y las acciones tienen efectos, que a su vez tienen toda una serie de consecuencias. La ley kármica, que es la justicia infalible, inflige a cada uno el castigo que merece.

La humanidad ignora, por ejemplo, que los esclavistas de todo tipo, esclavistas demoníacos por su crimen despreciable, fueron condenados a reencarnarse en la comunidad de los esclavizados, convirtiéndose así en esclavos en su próxima vida.

A los hombres que pertenecen a la raza de los ladrones y salteadores se les asigna una parte del bosque para vivir.

Al igual que a los animales se les asignan territorios en el bosque y las montañas, los hombres similares a los animales en su comportamiento también están destinados a vivir en esos lugares.

Generalmente, los que están demasiado apegados a las comodidades del hogar se ven obligados a renacer entre las especies más bajas, animales o incluso vegetales, a causa de los actos pecaminosos que han acompañado a una larga vida dedicada al pecado. Así desperdician toda la energía que la forma humana les había proporcionado.

Lo mismo ocurre con los materialistas ateos, que han elegido vivir en la ignorancia de los hechos sobre Dios y la verdad existencial. Renacen en el reino animal, según la naturaleza animal que han cultivado a lo largo de su vida. En efecto, quieren vivir una existencia en la que Dios esté ausente, por lo que el Señor, en Su bondad, les concede su deseo. Les da un cuerpo material que satisface sus deseos y expectativas en todos los aspectos. El cuerpo animal está cerrado a la inteligencia y a la comprensión, inmerso en la ignorancia, y sólo abierto a cuatro actividades: comer, dormir, aparearse y defenderse. Por tanto, vivirán en una ansiedad y un miedo constantes.

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