El camino hacia la liberación, hacia la verdadera libertad
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Aquel que está plenamente absorto en el servicio de Dios, la Persona Suprema, ve aniquilados sus dos cuerpos de materia densa y etérea.

En el momento de la muerte, el fuego (calor interno) quema el cuerpo de materia densa, y si uno ya no siente el deseo de disfrute material, el cuerpo etéreo también es aniquilado, quedando sólo el alma pura.

Aquel que se libera de las cadenas que lo mantienen prisionero de los dos cuerpos de materia densa y etérea y permanece en el estado de alma pura, regresa a Krishna, Dios, la Persona Suprema, en su morada original, para entrar al servicio. del Señor por la eternidad.

Krishna, Dios, la Persona Suprema, es la meta real, única y última de la existencia. Ir a encontrarlo en su reino absoluto, todo conocimiento, bienaventuranza y eternidad, el lugar donde está nuestro hogar original, tal debe ser nuestro único pensamiento. Allí seremos recibidos con gran respeto y venerados por todos. Entonces experimentaremos una alegría infinita.

Las claves de la liberación.

Para liberarse de la esclavitud material, basta abandonarse a Dios y tomar la firme resolución de servirle con amor y devoción por la eternidad. La clave para la liberación, en verdad, es el amor por Krishna, Dios, la Persona Suprema.

El Señor nos enseña cómo actuar y ¿por qué?

Dios nos enseña por qué no debemos disfrutar el fruto de la acción. Deben considerarse tres factores: deber prescrito, acción independiente e inacción.

Los deberes prescritos corresponden a las obligaciones que uno debe afrontar mientras esté bajo la influencia de los tres gunas (los tres atributos y modalidades de influencia de la naturaleza material: virtud, pasión e ignorancia).

Las acciones independientes son aquellas que realizamos sin tener en cuenta las instrucciones que nos dan los Vedas, las sagradas escrituras originales y los maestros espirituales.

Y la inacción es negarse a cumplir con el deber.

El Señor nos aconseja no tomar el camino de la inacción, sino actuar según el deber, sin aferrarnos a los resultados, porque quien se aferra a los frutos de la acción asume sobre sí la responsabilidad de sus actos, y luego debe disfrutar. o sufrir sus consecuencias.

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