Palabras de sabiduria, la sabiduria de Dios
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Logos 94

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El Eterno, Dios, la Persona Suprema y Original crea el cosmos manifestado a través de Su manifestación primaria, Su emanación plena, pero Él mismo permanece sin nacer. Sin embargo, es en Él donde tiene lugar la creación. La materia y sus manifestaciones no son otra cosa que Él mismo. Los mantiene durante un tiempo y luego los absorbe de nuevo en sí mismo.

Dios, la Persona Suprema, es perfectamente puro porque está libre de todas las impurezas materiales. Él es la Verdad Absoluta y encarna el conocimiento perfecto y completo. Omnipresente, sin principio ni fin, nadie le iguala. Las sagradas escrituras originales, el verdadero evangelio, declaran que sólo existe el Señor, y que todas las demás existencias dependen de Él.

Saber que todo lo que existe, como causa o efecto, tanto en el universo material como en el mundo espiritual, depende de Dios, la Persona Suprema.

Toda la manifestación cósmica, tanto la de las energías materiales como la de las energías espirituales del Señor, cobra vida y evoluciona primero como causa y luego como efecto. Pero Dios, la Persona Suprema, es la causa original. Los efectos que surgen de esta causa original se convierten a su vez en las causas de otros efectos. Así, todas las cosas, permanentes o transitorias, actúan por vía de causa y efecto. Y como el Señor representa la causa original de todos los seres y energías, se dice que es la Causa de todas las causas.

La causa original es, pues, de naturaleza personal, mientras que el resplandor, la radiación del cuerpo del Señor, es de naturaleza impersonal y representa un efecto de Dios.


Logos 95

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Maestro de la inmortalidad y por lo tanto Inmortal Él mismo, el Señor Supremo puede conferir esta cualidad a Sus devotos.

Jesús mismo confirmó esta verdad con las palabras: «Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así ha dado al hijo que tenga vida en sí mismo».

Como afirma el Señor Supremo, quien alcanza su morada inmortal nunca más tendrá que volver a este mundo donde reinan la muerte y las tres fuentes de sufrimiento. El Señor no tiene nada de los amos de este mundo. Estos últimos nunca permiten a sus inferiores saborear una felicidad igual a la suya, además, no son inmortales y no pueden conferir la inmortalidad a sus subordinados.

El Señor Supremo, el Maestro de todos los seres vivos, tiene el poder de decorar a Su devoto con todos los atributos de Su propia Persona, incluyendo la inmortalidad y la dicha espiritual.

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