La ciencia de Dios, o ciencia de la salvación
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Dotado de un conocimiento perfecto, habiendo visto la verdad, no hace diferencia entre todos los seres humanos, cualquiera que sea la forma de su cuerpo, cualquiera que sea su color, porque a todos los ama con igual amor y los ve a todos con igual amor.

Si ama a todos los animales ya todas las plantas con un amor incondicional y les da el respeto y la protección que merecen, es porque no ve el cuerpo material, sino el alma espiritual que allí reside. Ve sólo en cada uno de ellos, el ser espiritual encarnado en el cuerpo material específico, que le ha sido otorgado a este último.

No tiene ningún enemigo, porque considera a todos los seres humanos sin excepción como sus hermanos y hermanas, y disfruta caminando con ellos por el camino del amor de Dios. Aquellos que han alcanzado el nivel de la realización espiritual ven en cada cuerpo material un templo de Dios, porque el Señor Supremo, Krishna, reside en la envoltura material de cada ser vivo, en su forma de Alma Suprema llamada también Espíritu Santo.

Es por eso que debemos amarnos unos a otros, porque también amamos a Kṛiṣhṇa, Dios, la Persona Suprema al mismo tiempo. En verdad, que ama a Dios, ama también naturalmente a todos los seres vivos sin excepción de un amor incondicional.

El Señor Krishna revela las cualidades de su devoto.

El devoto que no tiene envidia de nada, que se comporta como un amigo benevolente con todos, que no se cree poseedor de nada, que está libre del falso ego (de la identificación con su cuerpo y del deseo de dominar la materia) y permanece igual en la alegría que en la tristeza, que es indulgente, que siempre experimenta satisfacción y se dedica resueltamente al servicio devocional, y cuya mente y cuerpo están rendidos al Señor Supremo, éste es el que Me es muy querido.

El devoto que nunca es causa de agitación para los demás, que no se ve afectado por alegrías ni penas, que no depende de las modalidades de la acción material, el ser puro que es experto en todo, libre de ansiedad, libre de sufrimiento, y que no busca el fruto de sus actos, es muy querido para Mí.

Aquel que no se apodera de la alegría ni de la tristeza, que ni se aflige ni codicia, que renuncia tanto a lo favorable como a lo desfavorable, ese es muy querido para Mí.

Aquel que se muestra igual a amigo o enemigo, que permanece igual en la gloria o en el reproche, en el calor o en el frío, en la alabanza o en la censura, siempre sin mancha, siempre en silencio, satisfecho de todo, sin preocuparse por el amparo, y quien, establecido en el conocimiento, me sirve. con amor y devoción, éste es muy querido para Mí.

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