No maten, y no coman la carne de los animales
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El método Kosher.

En el método Kosher, se establece que «el sacrificio de animales sólo puede realizarse bajo ciertas condiciones». «Sólo que no comerás carne con su vida, con su sangre».
(Génesis 9:4)

Por eso los judíos tratan de drenar toda la sangre del cuerpo del animal antes de consumir su carne. La carne preparada de este modo se denomina kosher. Pero este método es defectuoso, porque aunque se extraiga la sangre de las arterias, sigue

habiendo sangre en los vasos sanguíneos más pequeños. Por lo tanto, es imposible comer carne completamente sin sangre. Además, ninguna carne es perfectamente Kosher.

Sólo los judíos vegetarianos no comen sangre animal.

Judíos vegetarianos.

Cada vez son más los judíos que rechazan el consumo de carne, porque para hacerlo es obligatorio matar a un animal de tierra y agua. El número de miembros de la Sociedad Internacional de Vegetarianos Judíos está creciendo modestamente, pero de forma constante. En Israel, más del 4% de la población es vegetariana, y esta cifra sigue creciendo. De hecho, después de la India, Israel tiene la mayor concentración de vegetarianos religiosos.

Martin Buber (1878-1965), reconocido como uno de los mayores filósofos y pensadores existencialistas judíos modernos, recomendaba una dieta sin carne.

Isaac Bashevis Singer y Samuel Yoseph, ambos autores y premios Nobel, explican que el vegetarianismo es una prueba de benevolencia hacia los animales.

El cristianismo y el Nuevo Testamento.

El Nuevo Testamento, tal y como lo conocemos, guarda un misterioso silencio sobre el vegetarianismo, la dieta de Jesús y los alimentos que recomendaba. Algunos exegetas creen que este vacío se debe a la supresión de los pasajes del Evangelio que restringían el consumo de carne animal.

Correcciones injustas.

El profesor Nestle, en su libro «Introduction to the textual Criticism of the Greek Testanment» (Introducción a la crítica textual del Testamento Griego) nos cuenta que ciertos eruditos llamados «corretores» eran designados por las autoridades eclesiásticas para «corregir», es decir, alterar, los textos de las escrituras en interés de lo que se consideraba «ortodoxo» en la época.

Una de estas «correcciones» tuvo lugar en el Concilio de Nicea (325 d.C.). En este concilio, afirman varios estudiosos contemporáneos, los sacerdotes alteraron completamente, por omisión o extrapolación, los documentos cristianos originales. El propósito de estas alteraciones era hacer que las escrituras fueran aceptables para el emperador Constantino. Este último estaba lejos de ser vegetariano, pues se dice, entre otras cosas, que vertía plomo líquido en la garganta de los cristianos vegetarianos que capturaba.

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