La Ciencia Espiritual Pura
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Nuestros pensamientos, palabras y acciones causan efectos y por tanto consecuencias, buenas o malas.

Son los actos cometidos en el pasado o en la vida anterior de un ser, los que determinan las condiciones de su próximo nacimiento o reencarnación. El sufrimiento ligado a los actos culposos tiene un doble origen: los propios actos, pero también los cometidos en vidas anteriores.

El origen de los actos culposos suele encontrarse en la ignorancia. Pero ignorar que un acto es culposo no significa que si se lo comete se eviten sus consecuencias indeseables, que dan lugar a otros actos culposos. Por otra parte, distinguimos dos tipos de faltas: «las que, por así decirlo, han llegado a la madurez», y las que aún no lo están. Por «faltas que han llegado a la madurez», entendemos aquellas cuyas consecuencias estamos sufriendo actualmente; los otros son los que, numerosos, se acumulan en nosotros y aún no han producido sus frutos de sufrimiento. El hombre que comete un crimen puede no ser capturado y sentenciado inmediatamente, pero tarde o temprano lo será. Del mismo modo, por algunas de nuestras faltas tendremos que sufrir en el futuro, así como por otras, «maduradas», sufrimos hoy.

Aquí, entonces, están las faltas y los sufrimientos, hundiendo vida tras vida al alma condicionada en el dolor. Ella sufre en esta vida las consecuencias de los actos cometidos en su vida anterior y se prepara, por sus actos presentes, para nuevos sufrimientos en el futuro. Las fallas «maduras» o «completas» pueden resultar en enfermedades crónicas, problemas con la ley, bajo nacimiento, educación insuficiente o mala apariencia física. Nuestros actos pasados ??nos abruman hoy, y nuestros actos presentes nos preparan para el sufrimiento futuro. Pero esta cadena puede romperse repentinamente para quien adopta la Conciencia de Dios y le sirve con amor y devoción. Esto significa que el servicio devocional ofrecido a Dios puede reducir cualquier contaminación a nada.

El Supremo Eterno dice: «El servicio devocional ofrecido a Mi Persona actúa como un brasero ardiente, infinitamente capaz de reducir a cenizas todo lo que en él es arrojado».

Así, aquel que, plenamente consciente de Dios, se ocupa auténticamente en el sendero del servicio devocional puro, necesariamente se purifica; sólo puede liberarse de toda contaminación de sus actos materiales pasados. Por lo tanto, el servicio devocional tiene el poder de anular todas las consecuencias de nuestros actos pecaminosos. Sin embargo, el ser santo se asegurará constantemente de no volver a cometer una falta. Esta es precisamente la marca de un ser santo.

Si nace entre los parias, debe concluirse que sus actos pasados fueron culpables; sino aquel que se embarca en el sendero del servicio devocional y comienza a practicar el canto de los Santos Nombres del Señor.

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