La Ciencia Espiritual Pura
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¿Quiénes somos y de dónde venimos?

En verdad, somos una chispa de la energía marginal de Dios y, por tanto, partes integrantes individuales y distintas del Padre Eterno. Debido a ello, tenemos las mismas propiedades que Dios pero de manera ínfima. Igual que Nuestro Padre Celestial también somos eternos y no nacidos. Somos entidades espirituales llamadas también almas espirituales. Después de nuestra revuelta o insumisión con nuestro Padre Celestial, rompimos el vínculo que nos unía a Dios. Fue después de estos hechos cuando Dios creó el universo material y nos expulsó de su reino celestial.

Vivimos desde el origen con él, a su lado, y entonces tuvimos el placer de servirlo con amor y devoción.

¿Por qué estamos sometidos al sufrimiento?

Para que reinara el orden, la armonía y el amor mutuo, Dios creó las leyes y los mandamientos divinos, y pidió a todos los seres que los respetaran y los aplicaran de manera escrupulosa.

Aquellos que ultrajan las leyes y los mandamientos divinos caen bajo el peso de las leyes de causa y efecto y del Karma, que obligan a todo el mundo a sufrir las consecuencias de los actos culpables cometidos. Así, por medio de estas leyes, todos los pensamientos, palabras y acciones buenas o malas, provocan efectos cuyas consecuencias serán efectivas en la siguiente existencia.

Los sufrimientos que padecemos hoy día son el resultado de nuestros actos culpables cometidos en nuestra vida anterior. Nosotros mismos somos responsables de los sufrimientos que soportamos.

Aquellos que actúan de manera interesada, que se aferran al mundo material, que rechazan a Dios, conocerán en el momento de su muerte (la del cuerpo material) diferentes cuerpos. Se reencarnarán, sufrirán los nacimientos, las muertes y los sufrimientos de la existencia de manera repetida.

¿Dónde iremos después de la muerte?

Aquellos que aman a Dios, que hacen su voluntad, que aplican sus leyes y sus mandamientos, que respetan los principios reguladores que hay que saber: No mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio, no comer carne, pescado ni huevos, no tomar drogas ni productos excitantes y no jugar a juegos de azar. Quienes alaben y glorifiquen a Dios, quienes lo sirvan con amor y devoción, quienes le ofrezcan su existencia y se abandonen a él volverán con seguridad al reino eterno de Dios.

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