Preguntas y respuestas espirituales perfectas
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¿Quién es realmente el hombre?

En realidad, el hombre es una trilogía, es decir, está compuesto de tres partes.

La primera y más importante es el alma espiritual misma; luego viene el cuerpo etéreo donde reside el alma; y finalmente, el cuerpo material denso que contiene las otras dos partes.

La primera parte se refiere al alma espiritual que cada uno de nosotros realmente es, pues no somos el cuerpo material con el que nos identificamos erróneamente.

El alma es, en realidad, un pequeño fragmento de Dios, una parte integral de su persona divina. Dado que Dios es innato e inmortal, lo mismo ocurre con el alma, que también es innata e inmortal. Dado que Dios tiene vida en su interior, le ha dado al alma vida en sí misma. El alma es, en realidad, una chispa espiritual fija que compone la radiación que emana del cuerpo espiritual de Dios, del cual se origina. Por eso el Señor le dio un cuerpo, para que pudiera moverse con facilidad. Nuestra verdadera identidad espiritual es precisamente la de un alma espiritual inmortal. En el universo espiritual, el alma ha obtenido de Dios un cuerpo espiritual eterno, mientras que en el universo material, obtiene un cuerpo de materia densa, con una vida limitada.

La segunda parte es el cuerpo etéreo, donde se encierra el alma. En realidad, el cuerpo etéreo tiene una estructura molecular dual, ya que debe contener un alma espiritual y encontrarse dentro de un cuerpo material sin que esto suponga ningún problema. Además, el cuerpo etéreo ofrece al alma una gran facilidad para controlar sus dos cuerpos. En el momento de la muerte o el fin temporal de la existencia del alma espiritual encarnada, es el cuerpo etéreo el que transporta el alma, por intermedio de seres celestiales, siervos de Dios, al vientre de una nueva madre, para que esta pueda darle un nuevo cuerpo material.

La tercera parte se refiere al cuerpo de materia densa, que en realidad es una masa de elementos materiales inertes. Es decir, el cuerpo material es una masa muerta, sin vida autónoma.

En realidad, el cuerpo material debe su vida al alma, que, omnipresente en él y mediante su fuerza vital, lo activa y le da vida. Es el alma, por ejemplo, la que permite que el cuerpo crezca, se transforme y se desarrolle.

Cuando Dios decide transferir un alma de un cuerpo a otro, pide a los seres celestiales que la cuiden. Toman el alma y la depositan en el espermatozoide que el padre libera en el útero de su pareja. Es mediante la presencia del alma en su interior que el espermatozoide cobra vida y se dirige hacia el óvulo que la madre libera. A partir de entonces, la unión del espermatozoide y el óvulo dará lugar a un óvulo en el que ya reside un alma, pues esta llegó allí por intermedio del semen del padre.

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