Preguntas y respuestas espirituales perfectas
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En realidad, el cuerpo material se deteriora con el tiempo, mientras que el alma permanece eterna. Quien comprenda esto debe recordar que el cuerpo es solo una prenda; no hay razón para lamentarse por un cambio de ropa. Ante la eternidad del alma, la existencia del cuerpo transcurre como un sueño. En un sueño, podemos creer que volamos por el cielo o que estamos sentados en la carroza de un rey, pero al despertar, debemos regresar de nuestras ilusiones. La sabiduría espiritual nos impulsa a la realización espiritual al demostrar la precariedad del cuerpo material. Creamos o no en la existencia del alma, no hay razón para lamentar la pérdida del cuerpo.

Dios nos revela el esplendor del alma.

El Señor dice: Algunos ven el alma y les resulta una maravilla asombrosa. Otros hablan de ella, y otros la oyen. Sin embargo, hay quienes, incluso después de oír hablar de ella, no pueden comprenderla.

Que el alma infinitesimal pueda ocupar el cuerpo de un animal gigantesco o diminuto, o el de un gran baniano o una brizna de hierba, así como el de los miles de millones de gérmenes que contiene cada centímetro cúbico de espacio, es sin duda algo extraordinario.

El Señor añade: Quien habita en el cuerpo es eterno; jamás puede ser asesinado.

El Señor nos muestra que el alma es eterna y el cuerpo, efímero. Iluminados así, sigamos cumpliendo con nuestro deber como seres humanos según la clase social a la que pertenecemos, sin que nos frene el temor de que un miembro de nuestra familia o conocido pueda morir. Asimismo, iluminados por el Señor, debemos aceptar sin lugar a dudas que existe un alma distinta del cuerpo material y negarnos a creer que las señales de vida aparecen en cierta etapa de la evolución de la materia mediante una simple combinación de elementos químicos. Sin embargo, aunque el alma es inmortal, no se debe fomentar la violencia, excepto en tiempos de guerra, cuando es verdaderamente necesaria. Y cuando decimos «verdaderamente necesaria», implica que se aplica con la aprobación del Señor, no de forma caprichosa.

El elemento tiempo está en el origen de la aparición y desaparición del cuerpo material.

Dado que es cierto que el cuerpo material será destruido y la duración de nuestra existencia es incierta, no debemos alabar ni la muerte ni la vida.

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