La mejor manera de liberarse de las garras del falso ego es abandonar los hábitos especulativos con respecto a Dios y acercarse a un auténtico maestro espiritual, un verdadero siervo del Señor, que le revelará toda la verdad.
Tres puertas se abren al infierno: la lujuria, la ira y la codicia. Que toda persona cuerda las cierre, pues conducen al alma a su destrucción. Estos son los orígenes de la vida demoníaca.
El hombre busca satisfacer su lujuria; si no lo logra, surgen la ira y la codicia. Por lo tanto, la persona cuerda que no quiere caer en las especies demoníacas debe intentar librarse de estos tres enemigos capaces de «matar» y asfixiar el alma, hasta el punto de privarla de cualquier posibilidad de liberarse de las trampas de la existencia material.
La vida sexual es la raíz de la esclavitud material, pues obliga al alma a reencarnarse e impide su entrada al mundo espiritual. Por eso el Señor nos aconseja abstenernos, especialmente si deseamos poner fin al ciclo de la reencarnación y entrar en su reino eterno.
Ignorancia. La ignorancia es la ausencia de información sobre Dios tal como es realmente, la falta de conocimiento de nuestra verdadera identidad espiritual y la falta de comprensión de la verdad existencial y absoluta. La ignorancia impide al hombre actuar correctamente. Es también la causa del error humano, la ceguera, la perdición, la violencia, la agresión, la criminalidad y el ateísmo. El verdadero culpable de todo esto es la ignorancia.
La mente es la causa del encarcelamiento y la esclavitud del hombre en la materia. La mente es el origen de la lujuria, la ira, el orgullo, la codicia, la tristeza, el engaño y el miedo.
La mente puede ser la mejor amiga del alma condicionada, pero también puede ser su peor enemiga. El hombre debe usarla para elevarse, no para degradarse.
En la existencia material, todos somos esclavos de la mente y los sentidos; de hecho, es la mente la que nos da una falsa concepción de nosotros mismos, la que nos inculca el deseo de dominar la naturaleza material, y esa es la causa del encarcelamiento del alma en el universo material.
Si la mente se dirige de forma que no se deje fascinar por el resplandor de la materia, el alma escapará de su condicionamiento. Bajo ninguna circunstancia debemos dejarnos llevar por los objetos de los sentidos, pues, mediante un proceso de degradación, nos hunden cada vez más en la existencia material.
La mejor manera de liberarnos de este enredo será no ofrecer nunca nuestros pensamientos a más de un solo objeto: Krishna, Dios, la Suprema Personalidad.


