Este será el caso de todos aquellos que manifiestan racismo, odio y desprecio hacia los extranjeros, que detestan a los inmigrantes, que afirman que se les debe prohibir la entrada a su país y que añaden que se les debe bloquear en algún punto de su viaje migratorio, incluso si ello implica utilizar métodos perniciosos.
Cuando los jefes de Estado muestran autoritarismo, esclavizan a su propio pueblo hasta el punto de negarle el acceso al verdadero conocimiento espiritual y gobiernan sus países ignorando que deben hacerlo bajo la autoridad de Dios, irán a un planeta infernal, ubicado en el infierno.
De la misma manera, cuando los líderes oprimen a una comunidad, esclavizan a un pueblo u ocupan una región por la fuerza, obligando a sus habitantes a vivir en la pobreza, con casi nada y bajo un gran sufrimiento, serán condenados por la justicia divina a renacer en esa comunidad, en ese pueblo, para experimentar, a su vez, las desgracias y el sufrimiento que les infligieron.
Es muy común que los políticos, al desarrollar una filosofía racista, odiosa y degradante hacia una comunidad distinta a la suya, sean condenados por su karma, la ley de acción y reacción, o la ley de causa y efecto, a renacer en su propio país, pero en una familia pobre, dentro de la comunidad que odiaron, para experimentar las desgracias y el sufrimiento asociados al racismo que ellos mismos propagaron en su vida anterior.
Se puede escapar de la justicia humana; sepan que es imposible escapar de la justicia divina.
La justicia divina, infalible, advierte: «Lo que has hecho, se te hará». Todos aquellos que causan sufrimiento a los extranjeros se unirán al flujo migratorio de personas que buscan una vida mejor y menos dolorosa. Los inmigrantes sufren mucho, pero a los racistas no les importa. Debido a esta indiferencia, experimentarán la misma situación en su próxima vida y experimentarán el sufrimiento resultante.
Así que no hagamos daño a nadie; amémonos unos a otros con amor incondicional. Amemos a nuestro prójimo, sea quien sea —blanco, negro, amarillo, rojo o mestizo—, pues todos somos almas espirituales encarnadas en un cuerpo específico y, por lo tanto, emanamos de la energía marginal de Dios; por lo tanto, somos iguales y Uno.
En su enseñanza sobre la perfección del conocimiento espiritual, Dios dice: «No es necesario describir con más detalle estas cualidades buenas y malas, pues ver constantemente el bien y el mal es en sí mismo una mala cualidad. La mejor cualidad es trascender el bien y el mal materiales».


