La causa última de toda creación y de toda aniquilación no es otra que el Señor Supremo, Krishna, en Su aspecto del tiempo eterno.
Un día, al enterarse de que su hermano había sido asesinado por los yaksas, el rey Dhruva Maharaja decidió buscarlos y hacerles pagar por este crimen. Pero como digno devoto de Krishna, se sintió culpable por haber matado a tantos hombres.
Al enterarse de la situación y la angustia del rey Dhruva Maharaja, el tesorero de los seres celestiales se dirigió a él y le dijo que estaba libre de todo pecado.
El rey, de hecho, considerándose responsable de la muerte de muchos yaksas, podría haberse considerado culpable. Por eso Kuvera le aseguró que en realidad no había matado a ninguno de ellos y que, por lo tanto, no había rastro de pecado en él.
En definitiva, había cumplido con su deber como rey, tal como lo establecían las leyes de la naturaleza.
Kuvera también le dijo: No pienses que tu hermano fue asesinado por los Yaksas, pues murió a su debido tiempo, aniquilado por las leyes de la naturaleza. El tiempo eterno, uno de los aspectos del Señor, es, en última instancia, responsable de toda creación y destrucción. Tú no eres responsable de estos acontecimientos.
En realidad, la noción errónea de «yo» y «tú», basada en una concepción corporal de la existencia, o «la concepción corporal de la existencia», es producto de la ignorancia. Ignorancia del conocimiento de Dios tal como es, de nuestra verdadera identidad espiritual, del conocimiento espiritual y de la verdad existencial y absoluta.
Esta conciencia corporal es la causa de muertes y renacimientos sucesivos, y somete indefinidamente al ser a la existencia material.
La concepción de «yo» y «tú», separados el uno del otro, se debe a nuestro olvido de la relación eterna que nos une con Krishna, Dios, la Suprema Personalidad de Dios. El Señor Krishna es el centro de todas las relaciones, y todos somos pequeños fragmentos de Su Persona.
Cuando comprendemos que un vínculo eterno nos une con el Señor Supremo, Krishna, esta distinción, basada en una concepción corporal de la existencia, desaparece naturalmente. Cuando los seres espirituales alcanzan la conciencia de Krishna, ya no existe distinción alguna como «yo» y «tú», pues todos participan en el servicio del Señor. De hecho, dado que el Señor es absoluto, los servicios que se le ofrecen también lo son.
Para hacer una comparación, diría que si consideramos los brazos y las piernas, nos daremos cuenta rápidamente de que están al servicio del cuerpo. Por lo tanto, como seres, rendimos el mismo servicio a Krishna. Aunque tenemos diferentes funciones, somos uno y participamos de la misma naturaleza, pues todas nuestras acciones tienen el único propósito de servir a Krishna, la Suprema Personalidad de Dios.


