Preguntas y respuestas espirituales perfectas
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Dos tendencias se manifiestan en el ser. La primera es el deseo de dominar la naturaleza material, o de alcanzar la grandeza del Señor Supremo, porque todos en este mundo anhelan ser los más grandes, y cuando uno envidia a Krishna, la Suprema Personalidad de Dios, llega a preguntarse: «¿Por qué debería ser solo Krishna? Yo soy tan grande como Krishna».

Ahora bien, estos dos factores, el deseo de convertirse en el Señor y la envidia del Señor, representan la causa principal de la esclavitud material.

Mientras un filósofo, un nihilista o un hombre que busca la salvación desee alcanzar la supremacía, serlo todo o negar la existencia de Dios, la causa de su esclavitud persiste y no puede haber posibilidad de liberación para él. El ser espiritual encarnado y condicionado por la materia puede afirmar, mediante un análisis teórico, que está liberado por el poder del conocimiento, pero en realidad, mientras persista la causa de su encarcelamiento, no puede haber posibilidad de libertad. Los ateos pueden alcanzar un gran progreso material y crear una situación de extrema comodidad para sus sentidos, pero, al permanecer dominados por ellos, no pueden estar satisfechos. Tal es el resultado de la civilización actual. Los materialistas se han vuelto muy hábiles para obtener dinero, poder, fama y mujeres para su placer; sin embargo, el descontento está extendido en la sociedad, pues el hombre no puede ser feliz ni estar en paz sin ser consciente de Krishna. Es cierto que pueden aumentar su disfrute material hasta los límites de su imaginación, pero no se satisfacen, pues los seres así condicionados por la materia son esclavos de sus sentidos.

Las relaciones entre individuos que buscan la complacencia sensorial ciertamente conducen a la esclavitud. Pero el mismo tipo de relación con una persona santa, incluso si se da inconscientemente, conduce al camino de la liberación. La compañía de un hombre santo, de una forma u otra, siempre produce los mismos frutos. Cualquiera que no sea guiado por sus acciones a volverse hacia la religión, que no sea guiado por sus prácticas religiosas rituales a elegir la renuncia a la naturaleza material, o cuya renuncia no resulte en servicio devocional al Señor Supremo, debe considerarse muerto, aunque respire.

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