Por lo tanto, es Él quien nos concede los frutos de nuestras acciones, Él quien nos coloca en esta o aquella situación. Es Él, por ejemplo, quien, según sus respectivos méritos, hace que una persona nazca rica y otra pobre. Ricos o pobres, nadie tiene el más mínimo poder para decidir si nos encontraremos o nos separaremos de otros seres.
La ley del karma generalmente nos hace sufrir todas las consecuencias de nuestras más mínimas acciones. Pero es posible, en ciertos casos, ver sus efectos modificados. Tal cambio en las leyes del karma solo puede efectuarse por la voluntad del Señor, y de nadie más.
Dios otorga a los seres santos, aquellos que se entregan a Él sin reservas, la absoluta seguridad de que serán liberados de las ataduras del karma.
El Señor desciende de Su reino, el planeta más elevado del mundo espiritual, para socorrer a Sus asistentes celestiales que gobiernan el universo material cuando las ofensas de los seres demoníacos se agravan demasiado, extendiendo su envidia hacia la Persona del Señor a la de Sus devotos.
Las almas encarnadas y condicionadas han entrado en contacto con la energía material por voluntad propia, impulsadas por un deseo violento de dominar los diversos recursos y experimentar la ilusoria sensación de ser dueños de todo lo que les rodea. Todos buscan así convertirse en Dios, y todos estos falsos dioses se oponen ardientemente entre sí. Tales son los que generalmente se llaman seres demoníacos. Cuando se vuelven demasiado numerosos, este mundo adquiere la apariencia de un infierno para los devotos del Señor. La masa de hombres naturalmente devotos del Señor, y con ellos los siervos puros de Dios y los habitantes de los planetas superiores, oran entonces al Señor pidiendo ayuda.
Honrando sus oraciones, el Señor desciende en persona desde Su reino o envía a uno de Sus devotos para levantar a la sociedad humana de su condición caída.
¿Qué significa ser un alma liberada?
La liberación de las almas condicionadas, prisioneras de las envolturas de la materia densa y la etérea. Una vez liberada de toda impureza material, el alma, abandonando sus dos cuerpos de materia densa y etérea, puede alcanzar el mundo espiritual en su cuerpo espiritual original. Allí, en Vaikuṇṭhaloka o Kṛiṣhṇaloka, el planeta supremo de Krishna, asentada en su reino eterno, se absorbe en el servicio amoroso trascendental ofrecido al Señor. Y es cuando el alma se encuentra así en su posición natural, original y eterna que se le llama liberada.
Es posible acceder al servicio amoroso trascendental ofrecido al Señor y así convertirse en un alma liberada, incluso en el cuerpo material.


