Aquel que ya no se ve afectado por las tres formas de sufrimiento aquí abajo, que ya no se embriaga con las alegrías de la vida, que ha abandonado el apego, el miedo y la ira, es considerado un sabio de mente firme. Aquel que, libre de toda atadura, no se regocija en la felicidad ni se lamenta por la infelicidad, está firmemente establecido en el conocimiento absoluto. Aquel que, como una tortuga que retrae sus extremidades en su caparazón, puede separar los sentidos de sus objetos, posee el verdadero conocimiento. Incluso separada de los placeres materiales, el alma encarnada puede sentir algún deseo por ellos. Pero si saborea una alegría superior, perderá este deseo, permaneciendo en la conciencia espiritual.
Fuertes e impetuosos son los sentidos. Deleitan incluso la mente del sabio que desea controlarlos. Quien refrena sus sentidos y se absorbe en Mí, demuestra una inteligencia segura. Al contemplar los objetos de los sentidos, el hombre se apega, de donde surge la lujuria, y de la lujuria, la ira. La ira genera engaño, y el engaño conduce a la extravío de la memoria. Cuando la memoria se extravía, la inteligencia se pierde y el hombre cae de nuevo en el océano de la existencia material. Quien controla sus sentidos observando los principios reguladores de la libertad, recibe del Señor su plena misericordia y, así, se libera de todo apego y de toda aversión.
Renovemos el vínculo que nos une a Dios y entremos en la vida verdadera.
Siempre que la espiritualidad decae y la irreligión surge en cualquier parte del universo, desciendo en Persona. Aparezco de generación en generación para liberar a mis devotos, aniquilar a los incrédulos y restablecer los principios de la espiritualidad. Quien conoce la verdad absoluta de mi advenimiento y mis acciones ya no tendrá que renacer en el universo material. Al abandonar su cuerpo, entra en mi reino eterno. Libres de todo apego, libres del miedo y la ira, completamente absortos en mí y buscando refugio en mí, muchos se purificaron al aprender a conocerme, y así todos desarrollaron un amor puro por mí. Todos siguen mi camino de una forma u otra, y según su entrega a mí, los recompenso proporcionalmente. En este mundo, el hombre anhela los frutos de sus acciones y, por lo tanto, adora a los seres celestiales. El hombre, aquí abajo, cosecha rápidamente los frutos de su trabajo. Creé las cuatro divisiones de la sociedad según los tres gunas [los tres atributos y modos de influencia de la naturaleza material: virtud, pasión e ignorancia] y los deberes que imponen al hombre. Pero sepan que, aunque Yo las creé, no me contienen, pues soy inmutable. La acción no me afecta, y no aspiro a sus frutos. Quien me conoce como tal no se enreda en las redes [trampas] del karma.