El Mundo Espiritual
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Los espíritus oscurecidos ignoran que les corresponden diferentes envolturas corporales para que sufran en cada una de estas formas de encarcelación y que es solamente al final de un gran número de muertes y renacimientos cuando se obtiene la forma humana, como una ocasión para llevar a cabo la obra de realización espiritual, de volver a Dios, en su morada principal. Los insensatos no ven la realidad debajo de su día real y se aferran a miles de proyectos de supervivencia en un lugar confortable donde puedan tocar los intereses de su “capital” indefinidamente. Ciega utopía, quimera, a la que se aferran, cuando las peores adversidades llegan para traerle la señal tangible de una realidad muy diferente a la que han soñado. Un sabio tiene como función iluminar a sus espíritus, ayudarlos a que vuelvan a Dios, junto al cual la vida es eterna. Los que han llegado a Su reino no sienten ningún deseo de volver al universo material, donde reina el sufrimiento. Así podemos medir la importancia y el carácter de alta responsabilidad que reviste la misión confiada a un alma tan grande.

El Señor Supremo, Dios, es Uno, pero debido a Su naturaleza deliciosa, le gusta manifestarse a través de diferentes energías. Los seres nítidos, por ejemplo, son innumerables manifestaciones de Su energía marginal, idénticas a Él en calidad, y estos seres nítidos son infinitos, tanto en el interior como en el exterior de Sus energías interna y externa. En el mundo espiritual, manifestación de la energía interna del Señor, los seres se hacen, cualitativamente, Uno solo con el Señor y no conocen la suciedad de la energía externa.

Por el contrario, esta suciedad aparece en el universo material y la unidad cualitativa de los seres con el Señor solo se manifiesta de forma pervertida. Allí se confrontan con alegrías y penas ilusorias. Estas dualidades, consecuencia de la lucha constante que opone al fuerte y al débil, traducen los diversos grados de condicionamiento material y todas ellas no son más que manifestaciones efímeras que no tienen una influencia real en el alma, que es de naturaleza espiritual. La misma percepción de estas dualidades solo se produce al olvidar que el ser es igual en calidad al Señor. No obstante, el Propio Señor se abre sin descanso, tanto desde el interior como del exterior, a revelar su condición perdida a las almas olvidadizas. Él corrige desde el interior al alma invadida de deseos, bajo la forma localizada de Alma Suprema, y desde el exterior, bajo la forma del maestro espiritual y de las Escrituras reveladas. Volverse hacia el Señor, ya no significa verse alcanzado por las ilusorias manifestaciones de alegrías y penas, y tratar solo de ayudar al Señor en Su obra tangible de rehabilitación de las almas rechazadas.

En los planetas edénicos y otros diferentes de este universo se encuentran seres de una inteligencia muy elevada, bastante superior a la de los humanos. Allí todos son virtuosos, según los criterios más elevados de la virtud, todos son devotos del Señor y, aunque su virtud no sea de una pureza absoluta, se les denomina a todos del mismo modo devas, porque poseen el mayor número de cualidades que se puede obtener en ese mundo de materia.

Un devoto puro del Señor no vive, realmente, en ninguno de los planetas materiales, ni tienen ningún contacto con los elementos materiales. Su cuerpo no es material propiamente dicho; este se ve recorrido por energía espiritual, por la identidad de sus intereses y los del Señor. También se conserva libre para siempre de la suciedad procedente de la naturaleza material. Vive siempre en el mundo espiritual que alcanza atravesando los siete velos de la materia mediante el poder del servicio de la devoción. Las almas condicionadas se quedan prisioneras.

“Cada vez que, en algún lugar del universo, la espiritualidad observa un declive y que se eleva el ateísmo, oh descendiente de Bharata, Yo desciendo en persona”.

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