Quienes viven en la pasión de los sentidos, como los materialistas, reencarnarán incansablemente y, debido a sus acciones pecaminosas, racistas, odiosas y malvadas, tendrán que sufrir vida tras vida.
Oh, hombre, no llores por nadie, pues el Señor Supremo gobierna el mundo entero. Por lo tanto, todos los seres y sus gobernantes lo adoran para ser protegidos por Él. Es Él, y solo Él, quien reúne a los seres y los dispersa.
Todos los seres, ya sea en el universo material o en el mundo espiritual, están bajo el gobierno del Señor Supremo, Dios. Por lo tanto, obedecerlo es parte de la naturaleza de cada uno. Solo los necios, especialmente entre los humanos, pueden alegar que se oponen a la ley de Dios. Entonces se convierten en proscritos sujetos a castigo. Es por orden del Señor Supremo, Krishna, que a cada persona se le asigna una posición particular, y también por orden Suya, que debe cambiarla. Nadie puede violar el orden establecido por el Señor Supremo o sus asistentes celestiales sin pagar un precio.
Quien rechaza a Dios y sus leyes se prepara para un destino oscuro lleno de diversos sufrimientos, en esta vida o en la siguiente. Así, el Señor Supremo ejerce su dominio sobre todos los seres. El hombre está sujeto a la voluntad de Dios y debe obedecer las leyes divinas. Todo ser vivo, hombre o animal, se cree libre de disponer de sí mismo, cuando en realidad nadie escapa a las leyes del Señor, que son severas y eternamente inviolables.
Los malhechores a veces burlan la legislación humana con astucia, pero nunca los códigos del Legislador Supremo con impunidad. Quien se desvía del camino trazado por Dios se expone a graves dificultades. En general, las leyes del Supremo se denominan preceptos religiosos, cuyo principio esencial e invariable es que, en toda circunstancia, el hombre debe obedecer la voluntad del Señor Soberano. Nadie escapa a las severas leyes de Dios. Quienes habitan este mundo material se han expuesto voluntaria y libremente a los riesgos que supone el condicionamiento de la materia. Quienes desobedecen o ignoran las leyes divinas provocan efectos pecaminosos, cuyas dolorosas consecuencias tendrán que sufrir.
Pero el propósito mismo de la vida humana es precisamente que los seres humanos comprendan las causas de su condicionamiento, la única manera de escapar de las garras de la existencia material. Para abandonar este mundo de sufrimiento, basta con hacer la voluntad de Dios.
Solo por Su voluntad, Dios a veces une y a veces separa a los seres. Nuestros pensamientos, palabras y acciones, hasta el más mínimo detalle, están gobernados por la Voluntad Suprema.
El Señor Supremo está presente en nuestros corazones como el Alma Suprema y conoce los detalles de todas nuestras actividades.


