Los seres que pueden distinguir diferentes formas son superiores a quienes perciben sonidos. Superiores a ellos son aquellos con mandíbulas dentadas, y aún más superiores son aquellos con muchas patas. Pero superiores aún son los cuadrúpedos, y sobre todo, los humanos.
Entre los humanos, aquellos cuya organización social se basa en cualidades y actividades individuales prevalecen sobre los demás, y dentro de tal sociedad, los hombres inteligentes, a quienes se les conoce como «sabios eruditos», son los más evolucionados. Pero también se debe distinguir como los mejores entre los sabios eruditos a aquellos que han estudiado los Vedas (las sagradas escrituras originales, también llamadas «el verdadero evangelio»), y entre ellos, quien conoce el verdadero propósito de los Vedas es el más elevado.
Sin embargo, por encima del sabio que conoce el propósito de los Vedas está quien puede disipar todas las dudas, e incluso mejor que este es quien se adhiere estrictamente a los principios espirituales. Pero aún más alto que este brilla el alma libre de toda impureza material. En cuanto al devoto puro, que realiza servicio devocional sin esperar nada a cambio, los domina a todos.
Vemos que existen muchas formas de vida, pero ¿de dónde provienen? Los peces, árboles y otras plantas, los diversos insectos, reptiles, perros y gatos, ¿de dónde provienen todos?
Ciertamente, existe una evolución de las especies, pero todas las diversas formas de vida existen simultáneamente. El pez, el ser humano, el tigre y todos los demás seres aparecieron simultáneamente durante la creación y fueron inyectados simultáneamente por el Señor en los cuerpos que tenían en sus existencias anteriores. Estas formas de vida son comparables a los diferentes tipos de apartamentos en una ciudad. Habitaremos uno según el alquiler que podamos pagar, pero el hecho es que todas existen simultáneamente.
De igual manera, un ser encarnado según su karma puede ocupar uno de estos cuerpos, y todos siguen un camino evolutivo.
Así, después del pez, la siguiente etapa será la vida vegetal. De ahí, el ser espiritual puede convertirse en insecto. De la etapa de insecto, pasará a la de ave, luego a la de mamífero terrestre, para finalmente evolucionar a la forma humana.
Si el alma individual, distinta de Dios, que cada uno de nosotros verdaderamente es, demuestra ser digna de su condición humana, podrá continuar su evolución. De lo contrario, deberá volver a entrar en el ciclo evolutivo. Por lo tanto, la forma humana marca una etapa importante en la evolución del ser encarnado.


